«La intuición es el susurro del alma»
Rara vez dudamos de lo que nos dice la mente, pero desconfiamos de lo que nos susurra al oído la intuición. Aunque la intuición es un medio legítimo de conocimiento, una facultad que puede ser la más poderosa herramienta de contacto con la realidad, en esta cultura vivimos sobrevalorando el intelecto y, a la vez, escindidos del cuerpo y del corazón.
La intuición es la capacidad de entender situaciones, personas, pensamientos o sentimientos y poder tomar decisiones al instante sin la intervención de la mente o la lógica. Es el conocimiento que obtenemos por debajo de la percepción consciente. Es llamada popularmente como “presentimiento”, “corazonada” o “voz interna”. Sabemos que está ahí pero no estamos entrenados en convocarla. La intuición se suele presentar en visiones, cuando soñamos despiertos, en imágenes que aparecen espontáneamente en la mente.
Antes de seguir leyendo, te propongo que tomes unos minutos para aquietar la mente y relajarte. Intenta observar y atender tus sensaciones, tus sentimientos y tus pensamientos. Simplemente, sintoniza con el momento presente, con la experiencia en estado puro, sin palabras.
Te comparto algunas preguntas que pueden ayudarte a identificar la intuición y darle nuevos significados al papel que tiene en tu vida:
- ¿Sueles cuestionar o rechazar la validez de la intuición?
- Sin pensarlo mucho, intenta responder espontáneamente esta pregunta... ¿Qué experiencias has tenido que puedas relacionar con la intuición?
- ¿Cómo tratas a lo que percibes intuitivamente? ¿Lo escuchas o lo desestimas?
- ¿Cuánta importancia le das a la intuición cuando tienes que tomar decisiones?
- Cuando contactas con las personas... ¿Le das lugar a lo que te dice la primera impresión?
Tal vez, pudiste notar que la intuición es real y que está ahí aunque solo la percibas sutilmente. A veces, la intuición está oculta. Esto sucede porque, a pesar de que la intuición viene con nosotros (es un aspecto natural y está presente en todos), hemos aprendido a no escucharla. Y esto nos ocurre desde niños. Tenemos una capacidad intuitiva muy poderosa que, a costas de no legitimarla, vamos olvidando poco a poco.
Afortunadamente, la intuición es similar a un músculo que se fortalece cuando se trabaja. Pero para ejercitarla, necesitamos desandar lo aprendido y cuestionar las etiquetas con las que la hemos desestimado. Se trata de darnos cuenta que, al final, la razón no nos ha llevado tan lejos como pensábamos.
Pero entonces, si la intuición no se muestra con facilidad, si no la encontramos cuando queremos... ¿Cómo podemos hacer para conectarnos con ella?
Un primer paso es dejar de lado el esfuerzo mental para lograrlo, porque el esfuerzo nos concentra en “hacer” algo, pero no en “conectarnos con” algo. En cambio, nos va a ayudar volvernos receptivos, suaves en la actitud, relajados, curiosos, ingenuos... Nadie puede conectarse consigo mismo si está agitado. Aquietando la mente, atreviéndonos a vaciarnos de contenidos, los elementos más ocultos tenderán a aparecer.
Podemos ejercitarnos en estar atentos a lo que la intuición nos dice en los momentos más simples. Por ejemplo, cuando te duchas o cuando el mundo se aquieta y te vas a dormir. Cuando te das el tiempo para animarte a percibir más en profundidad. O cuando te animas a dejar que la mente y lo que el ego te dice caigan por sí solos. El contacto con la intuición es más parecido a dejarnos fluir en la experiencia presente, a entregarnos, que a esforzarnos y forzarnos a buscar (o resolver) algo en particular.
Los sueños son un bello y rico espacio en el que podemos ejercitar la intuición. Los mensajes de los sueños son sutiles, pero no racionales. Si aprendemos a entrenar una visión intuitiva de los sueños comprobaremos que ellos nos brindarán una gran cantidad de orientación y sentido en el mundo en el que parece no tenerlo.
Al intuir, nos conectamos con las sensaciones físicas, por eso los japoneses llaman a la intuición el "arte del estómago". Llamamos a esas sensaciones "sentimiento visceral". El cuerpo se siente pesado si una decisión que ha tomado es incorrecta. O al revés, nos sentimos livianos y ligeros cuando elegimos el camino correcto.
Todos tenemos infinitas voces interiores. Algunas nos desvían de lo que somos -como la autocrítica severa- y pueden ser muy duras. Pero hay, también en todos, una voz interior que nos guía hacia la verdad del Universo y sus leyes. Y esa es la intuición. Una voz que se comunica con nosotros de una manera compasiva y amorosa que es perceptiblemente diferente a esas conversaciones bulliciosas que tantas veces nos aturden.
En ciertas ocasiones, la intuición se muestra a partir de un conocimiento instantáneo y es como recibir un repentino destello de comprensión. Esto es llamado el efecto "¡Eureka!". Y son momentos de discernimiento que vienen cuando menos lo esperamos: haciendo tareas rutinarias o cuando nos duchamos, o tal vez caminando por la calle.
Para desplegar la intuición, necesitamos prestar mucha atención a las emociones. La información intuitiva a menudo viene a través de lo que sentimos. Por eso es tan importante escucharnos. Podemos simplemente "sentirnos bien" o podemos experimentar una sensación de desconfianza sobre alguna persona o situación. Y estas son sensaciones que pueden manifestarse en el cuerpo.
La intuición, por lo tanto, es un regalo sagrado y podemos usarlo a nuestro favor. Es un tesoro que vive en nuestros corazones, que embellece la vida y que, si ejercitamos la escucha de sus susurros, nos ayuda a resolver problemas con eficiencia. Es una facultad humana. Y, cuando se une a la razón, la intuición nos vuelve más sabios.