“No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.”
Para muchas personas, el sentir profundo es un problema. No han tenido la oportunidad ni siquiera de identificarlo y, menos aún, de poder instrumentar estrategias para lidiar con su sensibilidad en la vida cotidiana. La alta sensibilidad todavía no ha sido lo suficientemente conocida y, por eso, es interpretada como “debilidad” o “patología” por la mayoría de nosotros. Los invito a conocer de cerca las características que hacen que estas personas padezcan por su sensibilidad en lugar de disfrutarla.
La sensibilidad es, cada vez más, algo que está mal visto. Nuestra cultura presiona hacia el logro de la eficiencia, el éxito, la perfección, el materialismo y el pragmatismo. Y se hace bastante difícil vivir en este mundo si uno siente todo intensamente. Las personas muy sensibles se sienten inhibidas frente a estos valores que son tan contrarios a su sentir y su disponibilidad.
Pero ser muy sensibles no es una patología ni una anormalidad: es genético. Más del 20% de las personas son así y es una pena porque se sienten desubicadas, inadecuadas o anormales cuando, en realidad, pueden vivir su sensibilidad como un talento. Hay mucho que pueden hacer para, no solo manejarse mejor con su temperamento sensible, sino además disfrutarlo.
Entonces, ¿cuándo estamos hablando de niveles altos de sensibilidad? Es difícil definirlo, pero hay ciertos marcadores de la realidad que nos pueden guiar para explorar nuestra sensibilidad. Te propongo que te tomes un instante para resonar con algunas de estas frases que alguna vez te dijeron:
- ” ¡No seas tan tímido! ¡Qué introvertido eres!”
- ”No hagas un melodrama de cada cosa”
- “Eres demasiado sensible...”
- ”No te tomes todo tan en serio”
- ”Deberías endurecerte para poder enfrentar la vida”
- ” ¿Por qué lloras por cualquier cosa?”
Los siguientes marcadores también te pueden ayudar a saber si eres una persona muy sensible. La psicóloga Elaine Aron ha investigado profundamente sobre el tema y muchas de las cosas que te voy a comentar tienen que ver con su trabajo. Ella ha encontrado que, por lo general, las personas altamente sensibles:
- Se sienten abrumadas por el exceso de trabajo y actividades en general.
- No disfrutan de las situaciones en los que se reúnen muchas personas (como recitales, espectáculos deportivos, etc.).
- Se sienten inseguras y tímidas.
- Se conmueven profundamente con la naturaleza y el arte.
- Sienten un dolor agudo por el sufrimiento ajeno.
- Sienten la llamada a ayudar a los necesitados.
- Se enamoran con facilidad.
- Tienen el umbral de dolor bastante bajo.
- Suelen tener dificultades para mantener sus límites personales y para decir “no”.
- Tienden tendencia a ser perfeccionistas.
- Les cuesta manejarse en situaciones estresantes.
- Les afectan las luces brillantes, los olores fuertes y el ruido en general.
- Reflexionan de manera profunda sobre la información recibida.
- Tienen tendencia a sobre-estimularse y saturarse con los estímulos.
- Su emocionalidad está fuertemente ligada a una gran capacidad empática.
- Su sensibilidad sensorial es muy elevada, especialmente en cuanto a «sutilezas».
Las personas muy sensibles se perciben (y son percibidas por los demás) como más frágiles o delicadas. Pero sentir intensamente no es un síntoma de debilidad, sino todo lo contrario: es la muestra contundente de que están verdaderamente vivos y conectados. Aquellos que a veces son descritos como "los raros", "los desastres" o hasta los considerados "perdedores" o "enfermos", son el tejido mismo que mantiene vivo el sueño de un mundo más solidario y humano. Quien siente empatía no está “roto” ni es un “tonto”. Es la sociedad la que se ha vuelto disfuncional y emocionalmente discapacitada. No tiene que haber ni vergüenza ni culpa en quien expresa sus sentimientos auténticos.
Por eso, a quienes sienten intensamente les resulta más difícil atravesar las agitadas aguas de la vida. Y necesitan conocerse bien para saber qué estrategias usar en cada momento.
Si eres una persona sensible, nunca te avergüences de llorar, de sentirte triste o abatido, de sentir que tus fuerzas flaquean en presencia del sufrimiento, ya que serán también tus lágrimas las que, como bellos cristales, reflejen tu amor para hacer brillar lo mejor de este mundo.